El grafito, oscuro y suave, se desplaza con gracia sobre la superficie, dejando huellas que son tanto fuertes como delicadas. El artista, con mano firme pero ligera, crea contornos que definen formas, y con movimientos sutiles, sombrea y difumina para dar volumen y profundidad. Cada trazo es una decisión consciente, un diálogo entre la intención y la intuición.